2012

EL DIRECTOR URUGUAYO, RECONOCIDO POR SU TRABAJO JUNTO A JUAN PABLO REBELLA EN 25 WATTS Y WHISKY, ACABA DE PRESENTAR SU NUEVO LARGOMETRAJE, TITULADO 3. AQUÍ, HABLA DE LA ACTUALIDAD DEL CINE EN SU PAÍS, DE SU MODO DE CONCEBIR LAS IMÁGENES Y DEL TRABAJO EN SOLITARIO.




En su adolescencia, Pablo Stoll hacía historietas porque le gustaba escribir guiones. Un día se dio cuenta de que lo suyo no era el dibujo, pero que podía contar esas mismas historias a través de una cámara. En aquel entonces, en Uruguay no existía la carrera de Cinematografía, por lo que Stoll hizo algunos cursos de video y, después, estudió Comunicación Social. Frecuentaba la cinemateca de Montevideo con el mismo grupo de personas con las que hoy trabaja. Sin embargo, fue una película del argentino Raúl Perrone, Labios de churrasco, la que disparó su inagotable imaginación y la de su amigo y colega, Juan Pablo Rebella. “Esa película tenía una sensibilidad absoluta y mucho corazón. Terminé de verla y sentí que yo también quería hacer una. Con Juan Pablo habíamos visto a otros directores y sabíamos lo que nos gustaba del cine, pero Perrone era un tipo de acá nomás, que había hecho una película en cuatro días y con pocas personas. Después de eso, nos pusimos a escribir 25 watts”, cuenta.
Tardaron cinco años en terminar el guión. Finalmente, en el año 2000, lo filmaron. La película, protagonizada por Daniel Hendler, ganó distintos premios, incluyendo el de Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Rótterdam y Mejor Ópera Prima en el Festival de La Habana. “Eso nos abrió las puertas para seguir filmando y entrar en el mundo del cine, que era algo ajeno a nosotros. En los festivales la gente nos preguntaba por nuestro próximo trabajo y no sabíamos qué responder”, agrega Stoll. Pero cuando la imaginación se activa, es difícil frenarla, y a 25 watts le siguió Whisky.
En 2001, Stoll fundó la productora Ctrl Z (Control Zeta) junto a Rebella, para distribuir 25 watts en Montevideo. “Para hacer la película nos organizamos como una cooperativa. Las ganancias eran a largo plazo, si es que las había. Por eso, empezamos a trabajar en la productora con la gente que había colaborado en la filmación. La idea original era hacer nuestras propias películas, pero después algunos amigos nos presentaron guiones y los ayudamos”, dice.
En 2006, cuando falleció Rebella, Stoll decidió aceptar un ofrecimiento como guionista de televisión. Durante 2006 y 2007, escribió, dirigió y actuó en el programa uruguayo de humor político, Los informantes. Sin embargo, su debilidad por el cine pudo más y, en 2009, filmó la biografía de su propio hermano en Hiroshima. Finalmente, el mes pasado estrenó su nueva película, 3, y ya tiene en marcha el guión para una película sobre zombies. Stoll no parece estar dispuesto a parar.

Tus películas fueron premiadas a nivel internacional. ¿Qué tan importante es eso para un film latinoamericano? 
Uruguay es un país que necesita una autoafirmación constante de que existe, por eso los premios en el extranjero fueron muy importantes. Si te reconocen afuera, entonces acá te toman en serio. Por otro lado, los premios son una caricia al ego, pero no cambian las películas. Éstas siguen siendo tan malas o tan buenas como antes de haberlos recibido.

Cuando recién empezaste, el cine uruguayo prácticamente no existía. ¿Cuál es la situación actual? 
En los últimos diez años se estrenaron películas uruguayas de manera continua. Ahora hay espacios donde pedir ayuda si querés filmar, pero no hay una industria real. Las películas que se hacen son “de autor”. Siempre son emprendimientos de una persona o de un grupo de personas que tienen una idea y quieren llevarla a cabo. Nosotros aprendimos a tener mucha paciencia. Para hacer cada una de nuestras películas, tardamos entre tres y seis años. Me parece que es bueno ser consecuente con un proyecto y no cambiar de guión cada vez que te desenamorás de una idea.

Y si pasa, ¿cómo te volvés a enamorar? 
Por más que llegues a odiar el proyecto, siempre encontrás la manera de reenamorarte, por-que en él pusiste todo de vos. Es un momento muy difícil y de pelea constante. También es enriquecedor porque las ideas se transforman y pueden llegar a mejorar.

¿A qué se debe el título de tu última película, 3?
El tres es un número que funciona a nivel dramático. Es el triángulo básico para que se arme lío. En esta película presento a una familia de tres integrantes. Muestro sus historias paralelas y la historia que los une. Son muchos triángulos que se superponen. Es una mirada de la familia como un triángulo imperfecto que nunca termina de estar en equilibrio. En todo caso, se puede lograr un equilibrio dudoso.

Las familias disfuncionales son tema de muchas obras de teatro y películas. ¿Qué te atrae a vos del tema?
La familia, funcional o disfuncional, es una fuente inagotable de drama y humor. Cuando te juntás con tus parientes en Navidad, se genera una mezcla de drama y de comedia todo el tiempo. Me gusta ver películas que tratan sobre relaciones o emociones y me resulta cómodo trabajar esos temas. A nivel narrativo, la familia es la base de todo. Es como mirar por el ojo de una cerradura y ver lo que está pasando dentro de una casa.

¿Creés que desde la propia experiencia es más fácil contar una historia? 
Me gustan esos momentos de rareza familiar, donde se desarrolla una especie de absurdo vinculado con las relaciones personales y lo cotidiano. Ahí nacen un montón de ideas que me interesan. En general, son cosas que veo y con las que me relaciono de una manera determinada y, cuando estoy escribiendo, aparecen inevitablemente. 3 empezó con una idea relacionada con el divorcio de mis padres, pero después se fue modificando. El caso de Hiroshima fue más raro, porque quería explorar la relación con mi hermano. En el cine, parte del chiste es transformar ese tipo de cosas en algo accesible a los demás. Es decir, que deja de ser mi hermano para ser un personaje.

Se dice que Hiroshima es muy distinta al resto de las películas que hiciste. ¿Estás de acuerdo?
Es cierto que no tiene nada que ver con las otras a nivel formal o de producción, pero mantiene el mismo tono, el mismo punto de vista extraviado y la misma relación con el humor y el ab-surdo. El estilo no depende de cómo uno pone la cámara, sino de lo que uno cuenta, de los te-mas que se tratan. Me parece que en Hiroshima todo eso está bien representado. Por otra parte, cada una de estas películas no se podría haber hecho sin la anterior. Cuando hicimos 25 watts no sabíamos ni cómo filmar. Y sigo aprendiendo en el camino. En 3 veo muchas cosas de Hiroshima. De todos modos, hay cosas que en una época me gustaban y que hoy no quiero repetir. El cine es como un gran juego donde se pueden buscar nuevas formas narrativas para contar lo mismo desde un lugar distinto.

¿Escribís los personajes pensando en un actor particular? 
No, eso me pasó pocas veces. Por ejemplo, conocía a la actriz que interpretó a la hija en 3 y ella me inspiró para el desarrollo del personaje. Por eso, aunque no había pensado en ella des-de el comienzo, cuando terminé el guión quise probarla antes que a nadie. Es un buen ejercicio escribir pensando en un actor porque se afinan muchas cosas en la escritura. Además, cuan-do el personaje es un gran blanco, el casting se vive con demasiada ansiedad.

El personaje del padre lo interpreta un conocido conductor de la televisión uruguaya. ¿Su popularidad tuvo que ver con tu elección?
No, al contrario. Hubo que luchar contra el prejuicio de la figura popular y contra lo que la gente iba a decir de esa figura haciendo otra cosa, si le iban a creer o no. Salió muy bien por-que a él le interesaba el desafío de convencer al público de que él no era Humberto de Vargas, sino un personaje. Cambió mucho su imagen, su forma de caminar y de hablar para diferenciarse de ese otro personaje que está en la televisión.

¿Es difícil lograr la identificación del espectador con el personaje? 
Me interesa trabajar la empatía más que la identificación. Quiero que la gente se identifique emocionalmente y no porque el personaje es hincha de Racing como ellos. Eso se logra definiendo a los personajes desde lo que los diferencia de uno. Es una pequeña estrategia: para que llegue a ser parecido, tiene que empezar por ser distinto.




¿Reescribís muchas veces los guiones? 
Hay una frase muy conocida que dice: “Escribir es reescribir”. Realmente es así; la primera versión del guión no sirve para nada. La película-la se empieza a escribir recién cuando reescribís el guión. Quizás entre la tercera y la cuarta versión, sólo cambiás tres comas y dos palabras, agregás una escena y borrás otras tres, pero todo ese proceso te lleva un mes y medio. Después, los cambios siguen porque ensayar es volver a hacer la película, filmarla es hacer-la de nuevo, y así sucesivamente. Cada vez se achica más el margen de acción, hasta llegar al momento del montaje, donde ya no hay vuelta atrás.

¿Te cuesta dejar de lado ideas que pensaste para la película y al final no encajan? 
La preproducción es el momento en que la realidad se mete en el guión y lo empieza a destruir. Por ejemplo, es muy difícil que haya un escenario tal cual lo imaginé. Todo va cambiando por cuestiones ajenas y la historia se reescribe en base a eso. Dirigir es aprender a lidiar con esas cosas y, en lugar de frustrarse, lograr que jueguen a favor de la película. Por eso, no me cuesta soltar las cosas. Trato de cambiarlas y olvidarme. Algunas cosas que filmo no quedan en la película, pero nunca serán importantes para nadie porque solo yo sé que existen.

En el cine, ¿una imagen vale más que mil palabras?
No lo manejaría como axioma. Creo que hay muchas imágenes que no dicen nada y que hay palabras que valen mucho más y que tienen un valor real. Pienso las imágenes en función de las acciones. De hecho, en general, mis películas no tienen imágenes hermosas, sino que siempre están en relación con la narración y la acción. Cuando escribo, trato de hacerlo como en una puesta en escena: pienso cómo se van a mover las personas, dónde va a estar el personaje cuando le digan tal cosa, qué es lo que va a agarrar. Trato de escribir ese mundo donde sucede la acción.

¿Es más importante la acción, la historia o los personajes? 
Otra frase hecha dice que el personaje es la acción. Hay que llegar al personaje desde su idiosincrasia y sus lugares comunes para que todo lo que haga tenga sentido. El accionar surge intrínsecamente del personaje. Los tuyos parecen ser siempre personajes solitarios. Tal vez, su motor sea tratar de evitar la soledad, no sentirse solos. Pero no los pienso como personajes solitarios desde el principio, sino que van llegando hasta ese lugar. En el caso de 3, el padre de la familia, además de sentirse solo, se siente un poco inútil. La soledad está de fondo.

¿Cómo te sentís trabajando sin la compañía de Juan Pablo Rebella? 
El primer trabajo que dirigí solo fue un videoclip y me sentí raro, pero me acostumbré enseguida. Con Juan Pablo había momentos en los que estaba todo dicho y momentos en los que uno tomaba la posta y el otro lo dejaba hacer. En realidad, en el desarrollo de los guiones trabajamos siempre con alguien más y en el set cada uno hacía cosas distintas. A Juan Pablo lo extraño todos los días como amigo, más que como colega.

¿Qué pensás del cine argentino? 
Lo extraño de los argentinos es que cada dos años dicen que su cine está muerto y después revive o tiene su gran año. En realidad, es siempre lo mismo: hay películas que tienen éxito y otras que no. Lo que me parece muy importante es que haya un Estado que le dé al cine la importancia que se le da en Argentina. El país tiene una industria increíble y es una locura la cantidad de películas que se filman por año.

¿Cómo ves 25 watts a la distancia
Creo que no envejeció mal, pero la verdad es que no la volví a ver después del estreno. La gente me sigue diciendo que le gusta y parece que se sigue viendo, pero yo no puedo volver a ver ninguna de mis películas. Las veo tantas veces en los procesos de producción que después sólo les encuentro errores. Entonces, trato de evitar esa situación, porque ya no puedo cambiar nada.

¿Elegirías de nuevo el cine? 
Supongo que sí. Me gustaría que algunas cosas fueran distintas, pero es lo que mejor sé hacer y lo disfruto mucho. Hacer cine es como seguir jugando a los soldaditos.

Fotos: Julieta Brigo