2014

Mariana Enriquez. Escribe historias de terror y para recolectar leyendas urbanas, detalles mínimos y secretos prohibidos, visita cementerios casi compulsivamente. Quizás como método para contrarrestar este costado tan darkie, la escritora se confiesa fan de Harry Potter, el tarot y varios actores de Hollywood como Matthew McConaughey. Te proponemos conocerla y leerla.

Llevar un diario sobre viajes a cementerios podría sonar macabro, pero para Mariana Enriquez (41) –una de las pocas escritoras argentinas del género terror– es parte de su trabajo. Su último libro, Alguien camina sobre tu tumba, cuenta historias: la de ella, la de muchos, la de cada ciudad y cultura particular. Para ello recorrió a lo largo de quince años cementerios de distintos países (Italia, México, Alemania, Australia, Estados Unidos, Cuba, Argentina, entre otros) recolectando leyendas urbanas, detalles mínimos, secretos prohibidos y obras de arte que aparecen en ellos. “Mi obsesión con los cementerios empezó hace mucho tiempo. Cuando era adolescente me metía ahí para hacer algo desafiante, pero después empezaron a gustarme estéticamente. Además, descubrí que son espacios que hablan de la ciudad y de los vivos que están alrededor. El cementerio expone mucho la muerte cuando toda la cultura intenta negarla y ocultarla”, explica Mariana. ¿Mariana escribe ficción o habla de ella misma?. “Lo que piensa el escritor y su visión del mundo siempre aparece en sus relatos. Pero subrayarlo tanto delata cierta ansiedad porque te conozcan y sepan de vos”. Una ansiedad que Mariana no tiene ni tuvo nunca. A los veintiún años escribió su primera novela, Bajar es lo peor (reeditada por editorial Galerna a fines del año pasado), por la que empezaron a llamarla “la escritora más joven de Argentina”. Gracias a este libro que develaba sin tabúes la vida callejera y nocturna de los más jóvenes, desfiló por programas de radio y televisión: “Todos querían que les explicara cómo eran los jóvenes y qué les pasaba, como si fuera una intérprete. Me acuerdo que fui al programa de Chiche Gelblung y al de Lía Salgado y sólo me preguntaban eso, y yo apenas sabía lo que me pasaba a mí. También me preguntaban si lo que contaba en la novela era cierto. Todo eso me enojaba y me ofendía, porque lo que había hecho era sólo literatura”. Además de la alta exposición, la novela de Mariana había cosechado fans que le enviaban cartas, que querían saber si los personajes eran reales o dónde vivían y que se enojaban cuando ella les contaba que en realidad no existían. Tras tanta exposición, la volvió insegura y sintió que todavía tenía que leer mucho más y conocer escritores. No quería saber nada con seguir yendo a programas de radio o televisión, todo eso la alejaba del placer que había sentido con su primera experiencia de escritura. Tardó diez años en volver a publicar, y confiesa haber hecho en ese período una novela muy mala que fue rechazada en varias editoriales. Ese fracaso no la frenó, sino que la llevó a desafiarse a ella misma y en 2004 llegó su segunda novela, Cómo desaparecer completamente. Autodidacta al máximo, Mariana nunca asistió a un taller de escritura o a un lugar donde enseñaran a escribir. Les tiene rechazo, casi como una especie de fobia: “Con los talleres me pasa lo mismo que con la terapia de grupo: tenés que esperar que el otro termine de contar su mambo, cuando lo único que te importa es que resuelvan el tuyo. Para mí el proceso de escritura es algo sumamente egoísta y solitario.”

LOCURAS QUE SALEN BIEN. Hoy Mariana se reconoce lejos y cerca de aquella que daba sus primeros pasos como escritora en 1995. Sus relatos aparecieron en varios países, parte de su obra fue traducida al alemán y se convirtió en subeditora de Radar (suplemento cultural del diario Página 12). Le gusta lo que hace y gracias a su profesión también conoció a su marido. El es australiano y en el 2004 visitó nuestro país porque estaba dando la vuelta al mundo en bicicleta. Mariana lo entrevistó y en medio de la nota, él se levantó y le dio un beso en la mejilla. “Quería ser más expresivo porque estaba en América Latina y me besó porque coincidimos en un gusto musical. A partir de ese día quedamos en contacto mientras él seguía recorriendo países. Cuando volvió a vivir a Australia, mantuvimos una relación a la distancia durante tres años. Hasta que decidimos vivir juntos en Argentina y casarnos. ¡Fue una locura, pero salió bien!”, cuenta con una sonrisa. Para ella  no hay nada menos adolescente que estar felizmente casada. Sin embargo, de la juventud todavía conserva algunos de sus fanatismos. Es fan de la literatura adolescente, de los vampiros, del jazz de Nueva Orleans, de Harry Potter, del tarot y de varios actores de Hollywood. “Ahora estoy obsesionada con Matthew McConaughey. Me encanta la sensación de ser fan de algo o de alguien, y sigo teniendo ese impulso y entusiasmo obsesivo que es totalmente adolescente e inspirador”, dice. Aunque, con los escritores no le pasa lo mismo: “Soy fan de sus libros, pero no de la persona que escribe. Ir a verlos dar una charla me parece aburrido. Además, muchos me decepcionan cuando hablan o cuando me entero cómo piensan, por eso soy cholula con otras personas que me van a decepcionar menos”. Sus pasiones también suelen ser su gasolina creativa, porque los convierte en escenarios o en personajes de su literatura. Una literatura que se inscribe en el género de terror pero que a ella no le da miedo. “Son las cosas más reales y probables las que sí me asustan, como las enfermedades, la locura, la violencia o ir presa por un malentendido.” Tal vez por eso ya tiene pensado seguir recorriendo cementerios en Medio Oriente y visitar las tumbas monumentales, como las Pirámides de Egipto.