2018
Es el fotógrafo argentino más prestigioso de nuestro país. Con 60 años de profesión, captó más de 800.000 imágenes, expuso en todo el mundo, retrató a personajes y capturó momentos históricos. Su retrospectiva acaba de ser inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Charlamos con él sobre su trabajo y el lugar que tiene esta disciplina en el mundo del arte.
Aldo Sessa (80) interrumpe la sesión de fotos para buscar su cámara Leica con la que pide posar. La recibió como un regalo de la marca y tiene grabado su nombre y apellido en ella. Es hoy una de sus cámaras preferidas. Es con la que tomó gran parte de las fotos que integran su gigantesco archivo, que supera las 800.000 imágenes y que, tras una cuidada selección, se exponen hoy en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Entre toma y toma, Sessa mantiene su semblante serio, pero guarda su sonrisa para todas las anécdotas y recuerdos que contará más adelante. Es que si de experiencias vividas se trata, él tiene miles que recolectó a lo largo de toda una vida dedicada a la fotografía.
Con apenas siete años, comenzó a formarse en pintura en un taller para chicos con el que hizo sus primeras exposiciones. Aunque el amor por la fotografía también estaba latente desde pequeño, recién a los diecisiete se animó a sacar su primer rollo de fotos.
"Mi formación como pintor me entrenó la mirada y me dio muchas herramientas que me hicieron caminar seguro en la fotografía. Porque el mayor secreto no es la cámara que tengas, ni la teoría, sino tu mirada", asegura.
Sus primeras colaboraciones fotográficas fueron para la prensa argentina, le siguieron muestras en muchas galerías y museos de arte, y luego el reconocimiento en el exterior.
Su vínculo con la literatura lo llevó a realizar colaboraciones con grandes escritores, entre ellos Borges, Silvina Ocampo y Ray Bradbury. Además, publicó sus propios libros de fotografía para dar a conocer sus recorridos por todo nuestro país. "Para mí la fotografía es más que una vocación, es una pasión. Todos los días pienso cuál puede ser la gran foto de la jornada y no mido el esfuerzo", afirma convencido.
-¿Siempre le pusiste el cuerpo a la fotografía?
-Sí, no le ahorré nada, pero lo hice porque los argentinos somos hombres orquesta. Acá tenemos un "entrenamiento de guerra" que nos permite estar en muchos lugares y hacer cosas especiales. Cuando el ángulo de la foto pasa por un charco de barro, hay que ir al barro. En una serie de fotos sobre los gauchos, para hacer una de las tomas me tiré al piso y le dije al jinete que me pasara por arriba con el caballo.
-Con tu lente también registraste muchos momentos críticos de nuestro país.
-Acá sentí la tensión de una manera mucho más consciente que en el exterior. He estado en manifestaciones de gente que sufre muchísimo. Me he encontrado con personas que tienen razón y con otras descontroladas, pero hay que estar muy humanizado para comprender todo, ser discreto y pedir permiso para hacer ciertas fotos.
-¿Y qué pudiste ver de Argentina a través de tus fotos?
-Me di cuenta de que el problema de nuestro país es que los argentinos somos muy negativos e intolerantes, y cambiamos constantemente de actitud frente a las cosas. Además, muy poca gente conoce el territorio argentino por completo y a mi parecer no existe un sentido unificado de argentinidad. Hay que acercarse más a la gente del interior y conocer su humildad, su hospitalidad y sus valores.
-También retrataste a muchas personalidades nacionales y extranjeras, ¿qué anécdotas recordás?
-Millones. A mí me gusta hablar con todas las personas, observarlas y encontrar su subjetividad antes de retratarlas. He llegado a conocer aspectos maravillosos de grandes personajes que nunca voy a olvidar. Por ejemplo, del presidente Alfonsín recuerdo que me ayudó a colocar una alfombra que saldría en su retrato. Hace dos años en New York me pasó algo maravilloso: me enteré de que el astronauta Buzz Aldrin (que bajó a la Luna con Neil Armstrong) estaba a punto de dejar el hotel donde me hospedaba. Después de insistirle bastante, logré hacerle una única foto en el balcón de su habitación. No había buena luz y tenía que pensar rápido: le pregunté si veía un edificio a lo lejos, le pedí permiso para tomar su brazo y señalárselo. En ese momento salté hacia la izquierda y lo capturé con el brazo hacia el cielo, su reloj Omega con el que fue a la Luna y unos ojos brillantes que parecían de cristal.
-Pareciera que la foto no siempre está ahí sino que es una construcción.
-Las dos cosas. Aunque esté frente a tus ojos, podés verla o no. En la fotografía hay cosas que se encuentran, pero algunas son muy efímeras. Por eso hay que estar alerta y ser rápido para disparar. También uno tiene que tirarse el lance, sacar y en todo caso después perfeccionar. La peor foto es la que no se saca.
-¿La fotografía supo ganar su espacio en el mundo del arte?
-Sí, aunque es un arte joven. Lo que sucede es que frente a una exposición de fotografía la gente se desinhibe totalmente. Cuando estamos delante de un cuadro tratamos de interpretar lo que quiso expresar el artista, en cambio frente a una foto la gente se siente más cómoda. Muchas veces se me acercan y me cuentan qué foto les gustó y cuál no, o descubren cosas que ni siquiera yo había visto. Hay un enriquecimiento recíproco de la mirada. Personalmente creo que la fotografía revela la cuarta dimensión, esa que cada uno subjetivamente percibe.
-¿Y cómo te llevás con las nuevas tecnologías, como el celular?
-Muy bien. Yo uso la cámara del celular, tengo 17 mil fotos y con él hago experimentos y ángulos impensados. Creo que sacando fotos con el celular muchas personas están educando y entrenando su mirada, y eso es un hecho positivo.
TRABAJO CUMPLIDO. Aunque Sessa confiesa que hoy le gustaría iniciar una etapa más tranquila para poner en orden su estudio y todo su material fotográfico, no puede con su genio y se mantiene en constante producción. Actualmente trabaja en el retrato de tres personajes argentinos muy importantes, acaba de presentar en New York un libro con sus fotografías sobre gauchos y espera la publicación de otros dos libros de su autoría. Además, en un futuro planifica armar una fundación para dejar su colección de cámaras fotográficas y de fotos argentinas.
-¿Qué sentís cuando ves tu obra en una retrospectiva tan grande como la actual?
-Me impactó bastante verla como una unidad y me permite observar el sendero que tracé con mi fotografía. Sentí que hice lo mío, porque cada uno tiene que hacer lo suyo. No existe el mejor en una disciplina, si no no existiría el arte. La mirada de cada uno aporta algo y el gran jurado es el espectador. Si llegás al alma de quien observa está todo resuelto. Esa es la verdadera búsqueda.
-¿No existe la competencia en el arte?
-No creo en la competencia. Mientras trabajaba con el escritor Ray Bradbury, lo escuché decir que cuando él encontró su identidad se dio cuenta de que la competencia terminaba donde comenzaba la excelencia. Ese día supe que ningún artista tiene una brújula, sino que se va moviendo por intuición. El éxito no significa nada sustancial para un artista, sino lo que hace y las ganas con que lo lleva adelante. Me parece importante tener ciertas condiciones: un espíritu abierto, optimismo, cabeza dura y perseverancia. Aunque también influye la cuota de buena suerte.
https://www.infobae.com/parati/news/2018/04/18/luz-camara-aldo-sessa/