“El objeto antiguo es una forma de resistencia a la idea de que solo lo nuevo es bueno”

Descubrimos el mundo de Juan Olcese, un coleccionista que apostó a rescatar juguetes y libros de infancia, y aprendemos de su mano sobre el oficio de encontrar y comerciar antigüedades.


Un miércoles caluroso en pleno barrio de San Telmo no parecen ser una buena combinación hasta cruzar la puerta que conduce a El Juguete Ilustrado. El antiguo departamento de techos altos, pisos calcáreos y habitaciones que se conectan unas con otras, alberga una colección de juguetes y libros de otras épocas. 

Allí el tiempo parece detenerse, el calor se olvida y el ruido de la calle se aquieta para dar paso a una catarata de recuerdos y emociones que escapan desde cualquier rincón donde se mire. Caballos de madera, bebotes, baleros, figuritas con brillo, canicas, muñecas Barbie, miles de autos detrás de vitrinas, en estanterías o sobre alguna mesa invitan a tocarlos y dar una vuelta por el pasado. En todo el ambiente parece flotar un aura de calma y alegría, las mismas cualidades con las que su dueño y gestor, Juan Olcese, cuenta su historia y responde cada pregunta. 

Juan es coleccionista de juguetes y libros antiguos, pero lo que hoy se convirtió en su oficio, tuvo sus primeros indicios en su infancia. “De niño pasaba el verano en Colonia (Uruguay) y cuando bajaba el río juntaba todo lo que aparecía: pedazos de botellas, de cerámicas, de vajilla. También guardaba grabados o dibujos que me llamaban la atención. Creo que el coleccionismo tiene algo de esa curiosidad propia del niño. Después a lo largo de mi vida fui coleccionando distintas cosas como encendedores y ceniceros”, recuerda.


El interés por los juguetes llegó de la mano de sus hijos en la época de los años 90. Fue en ese momento que Juan comenzó a revalorar la infancia y mirar los juguetes con otros ojos. Como ya frecuentaba San Telmo en busca de distintas antigüedades, empezó a comprar autos de juguete para sus hijos. El primero fue un auto bien grande de la marca argentina Impala de la década del 60, y así fue armando una colección de serie con esa misma marca.  

“Al principio todo esto era un hobbie para mí. Trabajaba en una imprenta familiar al mismo tiempo que coleccionaba y comerciaba piezas repetidas o que no me interesaban. En realidad, juntaba cosas, pero no me consideraba coleccionista. Hasta que en 2009, dejé mi trabajo en relación de dependencia para dedicarme por completo al comercio de juguetes y libros infantiles antiguos. También sumé libros antiguos y raros, y todo tipo de papel (folletos, fotografías, catálogos). Así nació El Juguete Ilustrado”, relata Juan.

De tener algunas piezas en un depósito y otras desperdigadas por su casa familiar, ese mismo 2009 compró el departamento en la calle Venezuela del barrio de San Telmo para transformarlo en el espacio de su proyecto (al que hace pocos años se sumó Witolda: venta de libros contemporáneos de editoriales independientes), y hoy en su actual hogar desde donde todos los días vive de aquello que lo apasiona.




¿Cuándo dejaste de creer que solo juntabas cosas para asumirte como coleccionista?

Creo que asumirse como tal es una decisión interna. Sin embargo, la etimología de la palabra coleccionismo tiene que ver con ordenar, entonces podría decirse que uno es coleccionista cuando empieza a darle un cierto orden a esa acumulación de objetos; por ejemplo por marca o por época. También creo que en algunos casos puede costar asumirse coleccionista, porque el oficio muchas veces está desprestigiado al asociarlo con cierta cuestión maniática o egoísta de acumular sin sentido y para uno mismo. En otros casos pasa por una cuestión de humildad, porque hay personas que consideran que aquello que tienen no es suficiente para ser denominado colección. 

¿Cómo definirías la tuya?

Me considero multicoleccionista. No soy especialista en algo sino que tengo una variedad de cosas muy distintas: juguetes, fotos, libros. La variedad me tranquiliza, porque no hay ninguna pieza en particular que me falte sino que encuentro al azar. También puede ser algo demencial, porque al tener interés por tantas cosas, una te lleva a otra. Al mismo tiempo, cuanto más material ves, más conocés y aprendés, y eso agrega valor. 

Además de ser coleccionista, sos comerciante de antigüedades, ¿siempre van de la mano?

Casi todos los comerciantes de antigüedades han surgido como coleccionistas. Comenzás a comerciar para poder seguir coleccionando, ya que en cierto momento se hace insostenible incorporar objetos eternamente debido a una cuestión económica y porque querés piezas cada vez más caras. Para poder mejorar la colección tenés que empezar a comerciar, pero creo que es importante que el comerciante siga siendo coleccionista. 

¿Qué es lo que más te apasiona del mundo de las antigüedades?

Me da mucha satisfacción encontrar el material. Creo que en la mayoría de los comerciantes de antigüedades hay un nivel de vida muy austero, porque invierten casi todo su capital, su tiempo y su energía en conseguir el material. Me apasiona por ejemplo ir a una biblioteca que está a la venta y pasar el día entero revisando miles de volúmenes para separar los que tienen valor, encontrar cosas que nunca había visto o que hace muchos años no aparecían. Y todo eso siempre hace crecer mi conocimiento sobre ciertas materias. 

¿Y para la sociedad qué importancia tiene el objeto del pasado en el presente?

Con el consumismo todo pasa a ser viejo y descartable, por eso el objeto antiguo es una forma de resistencia a la idea de que solo lo nuevo es bueno. En un objeto antiguo hay múltiples marcas (como la manufactura, la estética de los diseños y las ilustraciones, incluso el tipo de objeto en sí mismo) que hablan de una época, no mienten, nos cuentan la historia de primera mano. Por eso es muy valioso que las colecciones privadas importantes puedan ser mostradas, ponerse en circulación o hacer libros con ellas. Ahí se establece una conexión entre el coleccionismo y las instituciones que rompe con la idea del coleccionista como alguien egoísta y pone en relieve su verdadera labor que es la de rescatar material de valor patrimonial y cultural para la sociedad.

¿Creés que es un campo a explotar en nuestro país?

Definitivamente, acá hay muy poca edición de libros sobre material coleccionable y muy poca circulación de muestras de colecciones privadas. En el 2010, editamos el “Diccionario de juguetes argentinos” y creo que el coleccionismo de juguetes de infancia, a diferencia de otros, es muy atractivo para un público general, ya que hay algo de transmisión intergeneracional. Se produce un diálogo entre las distintas generaciones, la gente se conmueve, viaja en el tiempo, los desconocidos me empiezan a contar historias de su infancia y se genera rápidamente una ruptura de nuestras máscaras al entrar en una charla íntima con esas personas. En ese sentido la circulación de este material es muy importante.


¿Recordás alguna de esas historias íntimas que te haya sorprendido? 

Sí, fue con un juguete de mi colección privada: un cocodrilo articulado de madera que tenía un nombre femenino que ahora no recuerdo. Un hombre que llegó a nuestro espacio le sacó unas fotos y hablamos un rato. Al tiempo me llamó su madre para contarme que era la hija del fabricante de ese juguete al que le habían puesto su nombre y con el que jugaba de chica. Por supuesto, vino a verlo y lloró de la emoción. 

Como coleccionista de libros, ¿cuándo se considera a un libro realmente antiguo?

El libro puede ser antiguo y no tener mucho valor o tener tan solo veinte años y ser muy valioso. Además de la antigüedad hay muchos otros elementos que le dan valor: que sea un libro curioso, exótico y/o coleccionable, su edición, que tenga una firma del autor (y mucho más si está dedicada a otro personaje de la cultura), la calidad del papel, que sea de una editorial mítica.  

¿Cuál fue el hallazgo más raro que tuviste con los libros? 

Hace un tiempo compramos una colección muy importante de un director de orquesta que murió trágicamente y la casa quedó abandonada. Fue todo muy misterioso porque llegó a nosotros una persona con el listado de los libros y la dirección. El departamento estaba en pleno San Telmo que es el epicentro del coleccionismo y nadie sabía de él. Todos los libros estaban firmados y dedicados por personalidades de la música. Cuando vi ese material, intuí que en algún lugar tenía que haber alguna colección, empecé a buscar cajón por cajón y me encontré con una colección de fotografías de divas de la ópera del siglo XIX y XX a nivel mundial.  

¿Hay objetos que te cuesta soltar y vender?

Hay pocas cosas que no las vendo porque me las regalaron o por la forma en que las adquirí. Después hay otro grupo de cosas que colecciono en cierta época con más intensidad y en otro momento me canso y las vendo. Y hay piezas que solo las vendería a precios ridículos, porque son únicas y tendría que ser un valor que me compense el dolor de perderlas. Son piezas que no puedo reponer aunque compre otras.

¿Si alguien quiere comenzar una colección qué le recomendarías?

En principio, no considero el coleccionismo como algo elevado, para el millonario que busca la pieza excepcional o nada. Creo que todo material tiene su encanto, no es necesario que sea caro para que sea valioso. Recomendaría que cuando tengan que hacer un regalo o quieran darse un gusto, evalúen comprar una antigüedad, porque además de tener las marcas estéticas de una cierta época, tiene el valor agregado de despertar recuerdos y emociones.

Después de todo este camino recorrido, ¿te imaginás haciendo otra cosa que no fuera en el mundo de las antigüedades?

¡No, hoy no podría dedicarme a otra cosa! Estoy convencido de que vendo para seguir comprando objetos antiguos. Comerciar es otra forma de coleccionar y mientras tengo la pieza acá, la disfruto lo más que puedo. 



Estas últimas cuatro fotos son de una hermosa muestra de autos de colección que Juan celebró en Don Toto, en marco de una edición de Cultura Retro. 

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