Mario Benveniste supo hacer de su pasión su estilo de vida. En su casa alberga una enorme colección de objetos diversos, muchos de ellos antigüedades, que ha ido recolectando a lo largo de los años y con los que conforma una estética muy particular. Nos adentramos en su mundo y en la historia de un coleccionista incansable.
Atravesar la puerta del departamento de Mario Benveniste es como caer por la madriguera del conejo blanco que la llevó a Alicia al País de las Maravillas. El sol del mediodía asoma y acaricia las vitrinas y muebles repletos de objetos que cubren el espacio de piso a techo. Con solo mirar alrededor todo asombra como a un niño. Los objetos y personajes más antagónicos conviven y conforman pequeñas escenografías dignas merecedoras de una foto. Dar un paso en falso puede ser peligroso, pero Mario se mueve como pez en el agua.
Cuando era chico, Mario ya coleccionaba los muñequitos de los chocolates Jack, monedas y estampillas. Después se sumaron latas y juguetes del chocolate Kinder y de McDonald´s, que aún hoy conserva. “No sé bien cómo pasó. Un día compré una figura de porcelana, un animalito de madera y de repente me encontré acá rodeado de cosas”, cuenta entre risas.
Además de ser coleccionista, Mario es artesano y sacó provecho de eso. “Como no encontraba lo que yo quería coleccionar, durante un tiempo modelé figuras de animales. Algunas las hacía para mí y otras las vendía en una feria de artesanías hasta que noté que la calidad artesanal había variado y ya no me atraía tanto. Así empecé a recorrer mercados de pulgas y a coleccionar cosas más industriales y antiguas”, relata.
Gracias a unos amigos conoció la feria de antigüedades de San Telmo, a la que se sumó como vendedor desde hace diez años. “Cuando llegué a la feria, mi colección de antigüedades empezó a crecer, porque veía cosas que me gustaban en otros puestos y las compraba. Pero presto atención a aquello que no se encuentra en una típica casa de antigüedades y también colecciono objetos que parecen antiguos, pero en realidad son modernos. Por ejemplo, tengo una calabaza y un tomate de loza que los hace una fábrica portuguesa de más de cien años y mantiene la misma estética, diseño y técnicas de esa época”, explica.
Hoy, entre su colección se encuentran latas, objetos de cocina, objetos de costura, artículos de librería, caracoles y corales, objetos de farmacia, figuras de animales (donde los pájaros y los perros son los que abundan), y más. Para exhibirlos trata de agruparlos por tema y no mezclar tanto, pero reserva su mesa de luz como el rincón de sus favoritos. ¿Cuántas piezas tiene? “¡Ya perdí la cuenta! Intenté hacer un inventario, pero siempre me desorientaba y desistí de la idea”, confiesa rodeado de sus tesoros.
Tu colección es muy grande, ¿cómo la definirías?
Creo que principalmente es divertida, con guiños humorísticos y curiosa. Tengo muchos objetos que la mayoría de las personas no saben de qué se tratan. Lo que me preocupa es el espacio, ¡porque quiero poner más cosas y ya no me entran!
¿Todo lo que está expuesto en tu casa te gusta?
El noventa por ciento me gusta y el diez por ciento restante está guardado en cajas y cajones. Para estar exhibido me tiene que gustar, porque practico mucho la contemplación. Me quedo mirando los objetos durante varios minutos y es algo que me deslumbra. Haciendo eso a veces encuentro en las piezas sellos que no había visto antes o descubro cosas particulares de ellas.
¿Y qué es lo que más te interesa coleccionar hoy en día?
Tengo una fascinación con las figuras de animales. De chico quería ser veterinario y en esa época coleccionaba enciclopedias de animales, granjas y zoológicos de plástico. Después coleccioné estampillas y monedas con figuras de animales. En general, no me interesan las cosas abstractas sino figurativas. Incluso, dentro de cada una de mis colecciones de distintas temáticas tengo piezas con animales. Por ejemplo, en la colección de objetos de cocina tengo apoya cubiertos de porcelana con forma de animales, ganchos para bolsas con forma de cocodrilos y una pinza con forma de mono. Me gusta cuando las cosas de uso cotidiano son diferentes y simpáticas.
¿Se tiene que dar una atracción entre la pieza y vos para adquirirla?
Totalmente. Me importa la belleza que el objeto me transmite. Debo admitir que antes tenía menos filtro: cuando coleccionaba animalitos de madera torneada, compraba toda figurita que veía, incluso si estaba rota. Ahora me fijo si la figura tiene buen diseño, si los colores son atractivos, si la cara es simpática, si está sana, si es muy naturalista o caricaturesca (me gustan ambos extremos).
¿Se puede afilar el ojo al momento de buscar objetos en los mercados de pulgas y locales de antigüedades?
En mi caso recorro todo lo que puedo y creo que depende mucho de lo que cada uno quiera coleccionar y de su gusto personal. Justamente algo que tengo pendiente es investigar sobre el gusto, es decir, qué hace que a mí me gusten determinadas cosas y a vos otras. Por eso no considero haber afinado el ojo sino que ajusté un poco mi gusto. Ya no me gusta todo sino cosas específicas.
¿Y qué valor le encontrás a estas piezas que otras personas quizá no ven?
Lo que más valoro de los objetos que colecciono es el hecho de que alguien los haya pensado y reproducido para el disfrute de las personas. No me interesa el objeto funcional. Muchas veces la gente me pregunta para qué sirve cierto objeto que ven en mi casa, y yo les respondo que sirve porque es hermoso, porque lo mirás y te quedás embobado diciendo: “qué maravilla”.
¿Cuáles son algunas de tus piezas más raras?
En un momento fueron las lámparas perfumeras, pero hoy ya tengo tantas que dejaron de ser raras para mí. Estas lámparas además de tener una cavidad para poner esencias, se usaban en las habitaciones de los chicos como “espanta cuco”, porque alumbraban de una manera muy tenue. Las conocí hace cinco años trabajando con un joyero que tenía una colección muy grande de estas lámparas. Cuando las vi, no podía creer que no supiera que existían y enseguida le pregunté cómo conseguir una.
¿Hay algún objeto que estés buscando y todavía no lo hayas conseguido?
¡Sí, muchos! Me la paso marcando y guardando cosas en páginas web, en Pinterest y en Instagram.
¿Creés que la tecnología ayuda a los coleccionistas?
Cien por ciento, porque la tecnología nos brinda posibilidades a las que antes solo teníamos acceso con catálogos. Ahora todo eso podemos buscarlo por internet e incluso podemos tener noción de los precios de los objetos.
¿Qué es lo que más te apasiona de coleccionar?
Aunque no suele ser fácil, me motiva mucho investigar sobre el objeto, saber a qué época perteneció, cómo se usaba, descubrir las variaciones de los sellos, encontrar referencias y datos.
¿Podría decirse que es un estilo de vida?
Sí, completamente. Me encantaría recorrer el mundo entero buscando cosas. Me considero un buscador de tesoros. Ese es mi motor diario para seguir adelante.