¿Qué es la inteligencia sensorial? En su nuevo libro, Estanislao Bachrach explica por qué es clave escuchar al cuerpo

El doctor en biología y best seller analiza cómo las sensaciones físicas influyen en nuestras acciones.

Escuchar, registrar y entender el cuerpo en detalle, así como su relación con el cerebro, es el nuevo camino que Estanislao Bachrach inició cuando su terapeuta lo invitó a hacer vipassana, una de las técnicas más antiguas de meditación de la India, durante un retiro de diez días en febrero del 2020.

En ese retiro, Bachrach quedó muy impactado, porque empezó a sentir cosas muy sutiles sobre su cuerpo. “No sentía solo el dolor de migrañas que suelo tener o que me picaba el brazo, sino que sentía que internamente todo mi cuerpo estaba en movimiento permanente, que es lo que los físicos llaman energía. Entendí que mi cuerpo no es solo un vehículo que lleva mi cabeza, sino que le pasan cosas y que me da información muy valiosa”, explica.

Al tiempo de su regreso, en pleno encierro por la pandemia, Bachrach comenzó a buscar distintas actividades, técnicas y herramientas para lograr escucharse. “Del cuerpo hacia el cerebro hay nueve veces más información que del cerebro al cuerpo. Entonces pensé que esa información debía tener mucho que ver con nuestras decisiones y nuestro bienestar. Ese fue el disparador de mi nuevo libro”, cuenta Bachrach.

A los tres publicados anteriormente, Ágilmente (2012), En cambio (2014) y En el limbo (2020); este año se suma Zensorialmente, una especie de bitácora con mucha información y más de 48 ejercicios (entre ellos, audios de meditaciones con códigos QR) para fortalecer la inteligencia que nos falta, la sensorial. Así, dice Bachrach, podremos usar nuestro cuerpo como herramienta de autoconocimiento.

– En el libro decís que “el cerebro puede ser tu cuerpo y tu cuerpo puede ser tu cerebro”. ¿No hay uno que comanda al otro?

–Lo que hay es neuronas en todo el cuerpo, no solo en el cerebro. Es decir, el sistema nervioso que dirige los movimientos y siente las cosas que nos pasan adentro y afuera, está distribuido en todo el cuerpo. Entonces la idea que planteo es salir del cerebro y ver qué hacen las neuronas que están abajo, ya que recolectan mucha información, como si te sentís seguro o no, qué está pasando en la piel, cómo impacta tu respiración en tus estados de ánimo, por qué estás bajo o alto de energía. Tu cuerpo te está diciendo todo el tiempo cómo se siente. Entonces toda esa información va al cerebro y con ella toma ciertas decisiones. Si vos aprendés a leer esa información y a distinguir esas sensaciones, contás con más información aún para tomar decisiones de manera consciente.

–¿Creés que en algún momento de la historia de la humanidad estábamos más conectados con nuestro cuerpo?

–Para mí no, porque no solo hay un sesgo cultural, ya que en la educación lo que prevalece es el intelecto y no el cuerpo, sino que también hay un sesgo evolutivo. Es decir, un Homo sapiens que estaba más atento a lo que comía o a la respiración en vez de a lo que estaba enfrente suyo, se moría. Entonces, cuando estudiamos los sentidos externos como la visión o el olfato, esa información llega al cerebro mucho más rápido que la de los sentidos internos y sutiles, por eso nos es tan difícil escucharnos. Lo que aprendimos a registrar fácilmente son las sensaciones brutales como el dolor o el placer, porque el cerebro se rige entre buscar placer y evitar dolor. Hace 200.000 años eso nos hizo sobrevivir, pero hoy nos genera problemas, porque la mayoría de las enfermedades tienen que ver con nuestros comportamientos y cómo vivimos la vida.

–¿Por qué asegurás que la meditación es la herramienta fundamental para sentir nuestro cuerpo?

–Dentro de los distintos tipos de meditaciones que existen, hay una que te permite escanear todo tu cuerpo, es decir, vas centímetro a centímetro tratando de sentir, por ejemplo, tu mejilla, y no de pensarla. A su vez, los ejercicios del libro colaboran para que puedas registrar tu cuerpo haciéndote preguntas: ¿qué temperatura tiene la mejilla?, ¿está helada, fría o templada?, ¿está tensa o relajada? Se trata de aportar conceptos para que empecemos a entender cómo se siente el cuerpo y podamos pasar del pensar al sentir, ya que las sensaciones son el dato crudo a partir del cual construimos una emoción. Y ojo, porque no estás obligado a sentir algo para meditar. Estás obligado a llevar la atención a un lugar, y si al hacerte las preguntas no sentís nada, ese no sentir también es parte del sentir. Lo que nos permite el sentir nuestro cuerpo es entender.

–¿Un ejemplo concreto sobre ese entendimiento cuál sería?

–En el libro hay un ejercicio que apunta a revisar las últimas cinco o diez decisiones de tu vida o las próximas que vayas a tomar, prestarle atención a tu cuerpo en ese momento y fijarte si encontrás un patrón (por ejemplo, si te picaba la cabeza o si sentías un relajo en la panza). Así podés ligar esas sensaciones a tu toma de decisiones y empezar a asociar. Entonces, lo que entendemos en base a lo que sentimos es si en el momento presente vale la pena, por ejemplo, que llame a esta persona o no. Lo que muchas veces decimos que “fue intuitivo”, significa que tu cuerpo te lo dijo.

–¿Ahí es cuando aparece lo que llamás “inteligencia sensorial”?

–La inteligencia sensorial es la precuela de la inteligencia emocional. Es cuando te das cuenta de las decisiones que tomás según lo que te está pasando en el cuerpo. Y llamé al libro Zensorialmente porque uno de los pilares de la cultura de la filosofía zen es atravesar los desafíos de tu día de una manera atenta, pero acompañada por cierta calma para que pienses con más tranquilidad, para que no reacciones o para que puedas ver el panorama desde otra perspectiva. Si aprendés a escuchar tu cuerpo, podés tomar mejores decisiones.

–¿Y qué podés decirles a quienes se les hace muy difícil meditar?

–Meditar es extremadamente fácil. Como todo nuevo hábito que se incorpora en una vida adulta, al principio cuesta y requiere esfuerzo. El “no puedo” o el “no me sale” no existen. Lo que pasa es que muchas veces la gente no prueba el tiempo suficiente para ver si le sirve, o no encuentra el instructor adecuado. Otra creencia equivocada es que si nos desconcentramos la meditación no sirve. Distraerse o pensar en otra cosa es parte de la meditación, porque cuando te das cuenta de que te distrajiste, volvés a meditar. Mientras observes ese pensamiento y lo dejes ir, sin juzgarlo y sin que entre el pensamiento crítico, estás meditando.

–¿Cómo podemos llevar todo esto a la práctica cotidianamente?

–Por ejemplo, si estás esperando en el dentista, en vez de mirar el celular, cerrá los ojos y fíjate qué le pasa a tu respiración, prestá atención al aire que entra y sale de tu nariz, a cómo se infla el pecho y baja. La respiración es el primer gran puente a un estado meditativo y tenemos acceso a ella en cualquier lugar y momento. Otra muy buena práctica es el yoga, es meditación en movimiento. Además, hay muchas aplicaciones como Calm o Headspace que tienen meditaciones de tres o cuatro minutos. Igual, mi recomendación es hacerlo con profesionales que nos guíen.

–¿Entonces qué cambios podemos ver si aprendemos a sentir y registrar nuestro cuerpo?

–Una de las cosas más impactantes que suceden es que reaccionás menos impulsivamente a un montón de situaciones en las que antes reaccionabas y te arrepentías. Te tomás más pausas, estás más consciente de tus decisiones y tu cuerpo aprende a hacerlo solo. Y lo segundo que sucede es que frente a las mismas cosas que te pasaban hace diez años, estás más tranquilo que antes y te hacés menos problemas por las situaciones. Cuando no podemos cambiar el contexto, se trata de cambiar algunas cosas internas para afrontar de una manera más eficiente ese contexto. Igual creo que es un trabajo de toda la vida, porque constantemente nos enfrentamos a desafíos que nos incomodan. Sin embargo, esa incomodidad será menor por el hecho de estar observando y sintiendo tu cuerpo.

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